Te invité a compartir mis sueños y alegrías, mis pensamientos más profundos y compartirlos solo contigo, mis esperanzas de vida eterna, mi fe en el amor y el amor verdadero por ti. Te invité a vivir mis días desde mi punto de vista, mis ideas descabelladas y mi excéntrica forma de pensar. Te llamé a conocer mi yo, mi mente, mi corazón y mi cuerpo bajo la luz de las estrellas del mediodía. Te llamé de mi amor y me respondiste de igual manera, con el cariño que corresponde a dos almas enamoradas, presas de la intimidad. Y presa a ti, en toda mi libertad. Te invité a compartir la intesección de nuestras vidas en un punto del plano, ese que se convierte en una línea mientras pasan los años a tu lado. Te invité a no ser espectador de mis días y tú aceptaste entrar en ella. Entraste.
Una amable invitación, una rara reincidencia, una dulce coincidencia en una inusual experiencia.
ResponderEliminarUna constancia admirable.
Saludos.