Escribí una carta que nunca te entregué. Te escribí lo que siento y que no me atrevo a decir. Será por cobardía o vergüenza, yo qué sé. Y te conté sobre mis sueños y todas mis pesadillas. Relaté el pesar de mis días bajo incertidumbre. Incluso hablé sobre mis grandes traumas y miedos. Secretos que solo podría confiar en ti y que ni contigo los pude confiar. Y ni bien estuvo terminada la carta, la rompí en cuatro pedazos. Ahora, mientras reviso sus restos, noto la sinceridad en ellos, las ganas de salir. Tal vez algún día te pueda contar lo que escribí, lo que algún día te quise confesar. Por mientras, viviré esclava de mi cobardía, cómplice de mi vergüenza. Que ni tú mereces ni yo merecí algún día vivir.
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