Como fuego atravesaste mi mirada, tan profundamente, tocando mi alma. Tu hielo, transparente, congelando mi corazón. Que ya no palpitaba. Y fue entonces cuando la vida dejó de ser una película en blanco y negro y los colores volvieron a mis pupilas y la luz iluminó mi piel y brilló en tu cara y mi vida, mi vida, por fin clara. Fue tu fuego, fue el hielo de tus manos en mi ombligo y mi corazón en llamas, que te llama y llama. Cada mañana.
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