Esta noche, que hable el corazón. Mi corazón roto en mil pedazos, destruido por la confianza que te tuve, reflejado en aquel muro que nunca terminó de reconstruirse. Y no puedo evitar odiarte, odiarte porque te amo tanto como para arriesgarme, una y otra vez, a ser una estúpida. Estúpida, ilusa, doblemente estúpida y doblemente ilusa por caer en lo mismo. Y que los mentirosos se coman sus palabras, que se pudran con ellas adentro antes de esparcir su putrefacción por el mundo, mundo que no necesita más como ellos. Y que los crédulos sean más suspicaces, no todos piensan lo que dicen, menos dicen lo que piensan y pocos hacen los que dicen. Pensar, decir, hacer, cosas muy diferentes en la vida real, y qué pena, pena porque aun existen crédulos para mentirosos. Pero aquí sigo yo, andando entre crédulos y mentirosos, más incrédula que nunca.
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