martes, 29 de junio de 2010

Noventa lunas

Un beso no fue suficiente para él, que ya la quería desde hacía noventa lunas. Esas que al mirar, tenían su rostro, tan bello e inolvidable como su firmamento. Así fue en búsqueda del segundo beso, más difícil que el primero, igual de dulce. Ese que gusta mas no empalaga, que cada bocado deja el deseo de uno más. El tercer beso llegó poco después, porque no hay segunda sin tercera y la cuarta no tarda en llegar. La sensación de tenerla por fin, cerca y sin dudar, lo dejaba bajo la cálida agonía de querer volverla a ver, de escuchar su voz. Cuando más cerca la tenía era cuando más miedo tenía de perderla, de que le diga que ya no deseaba sus besos, de miel y pimienta. Eso nunca sucedió. Los días transcurrían y cada beso era como el primero, largo o corto, lo amaba igual. Y nunca lo imaginó, pero ella también moría por él, en silencio y sin hablar... desde hacía noventa lunas ya.

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