sábado, 19 de junio de 2010

Sonrisas

A las seis y veinte sonó su despertador. Lo apagó y sonrió. Con la misma sonrisa fue directamente a su baño. Poco después regresó a su cuarto y se arregló. Y aquella sonrisa aún brillaba. Cogió las llaves de su carro y fue al encuentro del motivo de su sonrisa. Era él. Y la esperaba con otra sonrisa, muy parecida a la suya. Se saludaron con un beso, subieron al carro y se dirigieron al sitio donde la rutina cansa pero no aburre. Donde pasaban seis días por semana, entre seis y doce horas al día, y aprendían sobre el mundo y cómo sobrevivir en él. Así pasaban el día y la sonrisa nunca se iba. Esa que rompía todos los silencios, de ellos, la que callaba todos los besos y sorprendía todas las miradas.

Eres el amor de mi vida - le dijo sonriendo.

¿Cómo sabes? - respondió con la sonrisa que caracterizaba sus labios

Por tu sonrisa - él

¿Qué tiene? - ella

Es la del amor de mi vida - sonrió


Ella sonríe por él y él por ella. Nunca antes el mundo había visto dos sonrisas tan iguales. Envidiables por todos los que los veían, juntos o separados, esa nunca se iba. Que la imagen del otro, en su mente, grabada como en madera de cien años. Tallada en sus corazones. Reflejo en sus labios. Luz en sus miradas. Color en sus rostros. Ella es su sonrisa y él la de ella. Y sonrieron.

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